Mal ambiente en Minnesota. Todo lo que transpira de ese vestuario huele mal desde hace semanas.
El equipo está en caída libre. Cuatro derrotas consecutivas. Dos victorias en los últimos nueve partidos. En ese periodo tienen el sexto peor ataque de la NBA, la 15ª defensa y un net rating de -4,5 puntos cada 100 posesiones, el noveno peor registro de las treinta franquicias que conforman la liga.
La pasada primavera terminaron la regular season como la mejor defensa de todo el campeonato, algo que continuaron haciendo durante buena parte de los playoffs. Su net rating (+6,3), el tercer mejor dato de la 23-24, los situaba como equipo de élite.
Todo aquello parece haberse ido al carajo por una combinación de factores:
El traspaso de Karl-Anthony Towns a cambio de Julius Randle y Donte DiVincenzo.
La baja forma de Donte.
El escaso esfuerzo defensivo de Randle.
El viejazo que le ha pegado a Mike Conley.
Conley ha bajado en minutos, puntos (-3,3), tiros intentados, acierto en triples (-10%, yikes) y asistencias, ya sean medidas por promedio o por 36 minutos jugados. Conley está mal, tiene 37 años y no hay base de repuesto de su nivel.
No quiero focalizar el problema en Conley porque no considero que él sea el entuerto más grande al que se enfrentan los Wolves, pero sí quiero señalar que es el que más difícil solución tiene. Por la edad. No se puede rejuvenecer.
Los tiros de DiVincenzo o McDaniels tal vez empiecen a ser puntos si consiguen volver al estado de forma de hace unos meses. La defensa tiene momentos brillantes en muchos partidos, pero es necesario que el tono y foco lo mantengan por más tiempo; siguen contando con Gobert, McDaniels, Edwards o Alexander-Walker. Todos son aspectos en los que pueden mejorar con más trabajo.
Vayamos a la madre del cordero.