Como este lugar es mío y lleva mi sello personal, de vez en cuando utilizaré expresiones que no son mías pero forman parte de mí.
Corrompición, palabro que supongo no existe en los dominios de la RAE, era la expresión que utilizaba un amigo de juventud para referirse a las cosas que iban mal o, en su defecto, apestaban.
Por ir al grano, diré que hoy en día la corrompición campa a sus anchas en tertulias deportivas de toda índole, incluyendo las que se inician por famosos opinadores y comentaristas. No hablo de bufonadas con guion, de ver a analistas gritarse y discutir en programas tipo El Chiringuito o First Take. Me refiero a los comentarios y opiniones vertidos gracias a una motivación económica que el espectador desconoce.
Aunque esa corrompición no solo esté presente en la NBA —en el mundo del fútbol ocupa un espacio todavía más grande—, es en la NBA en lo que me quiero centrar con tres ejemplos sobre lo que ocurre con algunos comentaristas al otro lado del charco. Ojo, no estoy descubriendo la pólvora; todo esto es una obviedad, pero es algo sobre lo que me apetecía escribir.
Empecemos.
Estamos acostumbrados a oír cosas como:
«Fulano ahora mismo es el mejor base de la NBA. Punto.»
«Mengano lo está partiendo. Nadie está a su altura. El equipo que cuente con él competirá por el anillo».
«¡Fíjate en Zutano! ¿Qué hace? ¡No cumple con su función, no ayuda en lo que debe».
Lo escuchamos, lo procesamos originando o no un debate interno y seguimos con nuestra vida. Pero el mensaje ha calado. En tu mente resuena de vez en cuando aquello de que Fulano no tiene rival como base ahora mismo.
Si eres un directivo u ojeador con dos dedos de frente esa afirmación probablemente te resbale, pero tomas nota.
Si eres un aficionado influenciable, tal vez Fulano te empiece a parecer mejor de lo que es. Comiences a prestarle más atención. Se convierta en una especie de protegido para ti. Hagas búsquedas en Google sobre él. Le sigas en redes sociales. Compres su camiseta y salgas un día a comprar el pan con el XX de Fulano a la espalda.
Y lo anterior no está del todo mal porque tú, como aficionado libre que eres, puedes apoyar a quien te de la gana, faltaría más. ¿Pero y si tu apoyo y el de mucha gente no deja de ser producto de una maquinaría que trabaja entre bastidores para que ciertos jugadores tengan más posibilidades de éxito?
Insisto, esto ocurre desde que el tiempo es tiempo, pero en está década estamos viendo —y probablemente veamos cada vez más— casos de este tipo, en los que las críticas positivas tienen un empuje monetario oculto y si no vamos ojo avizor, nos las cuelan.
En una era en la se está llegado a que algunos comentaristas hacen negocios con el futuro negocio que puedan producir ciertos jugadores1, se difuminan aún más los límites entre lo que es periodismo, opinión, intercambio de favores, inversión, publicidad o una mera transacción económica.
Shaq
Hablemos de Shaquille O’Neal. La verdad es que este hombre me cae fenomenal y me saca una sonrisa cada vez que le veo. Su actitud optimista ante la vida me parece que es ejemplo para muchos. Casi siempre está de buena cara, se le ve disfrutar de lo que hace… y anuncia, promociona o protagoniza cualquier mierda que le pongan delante desde hace más de treinta años.
Una de sus últimas aventuras está en Rebook. (Spoiler: no considero que Reebok sea una mierda). Tras casi dos décadas en las que la marca fue maltratada por Adidas, su dueña entre 2006 y 2021, la gente de Reebok trata de devolverla al lugar que ocuparon en los 90 y la primera mitad de los 00, cuando Shaq y Allen Iverson eran sus principales reclamos.
Para este renacimiento, que mejor que contar con ambos, especialmente Shaq, el que más presencia mediática y física tiene de los dos. Shaq en mayo:
«Escuchad, estamos volviendo al baloncesto. Y quiero que todo el mundo entienda que no hay excusas. Todo el mundo debe estar al cien por cien, porque yo estoy al cien por cien. No hago esto porque sea un hobby. Lo hago porque tenemos un lugar en el baloncesto».
Shaq se metió tanto en la idea que incluso pidió ostentar el cargo de Presidente de Baloncesto en Reebok y le fue concedido.
«Si esto no funciona, todos irán a la calle. Todo el mundo irá a la calle, incluyéndome a mí. Nike tiene muchos jugadores. Adidas tiene algunos jugadores aceptables, pero nadie me preocupa, confía en mí».
Las valoraciones de Shaq tienen peso viral desde hace años. Opina en Inside the NBA —el programa más divertido de la liga que lamentablemente terminará en 2025–, en su podcast, en sus redes sociales, en otros podcasts, en entrevistas… No tiene miedo a decir lo que se le pase por la cabeza ni a meterse con Rudy Gobert una y otra vez.
¿Hablaría así de Gobert si el francés nacido en Francia fuese jugador de Reebok? Si Shaq trata de venderte cualquier cosa que publicite en todo momento, ¿por qué no va a hablar en términos amables de cualquier jugador que entre en el paraguas de Reebok? ¿Qué le impedirá criticar al que no quiera marcharse con él a Reebok o al que sea rival directo en marketing de un jugador Reebok?
Perkins
Piensa lo que quieras de Kendrick Perkins, pero ESPN le incluye en nómina desde hace años. Tiene vozarrón y opinión para todo. Los 57 millones de dólares que ganó en 13 temporadas y un día como profesional se le quedaron cortos y desde hace años invierte en nuevos negocios.
El que más le ocupa ahora mismo se llama Nilly y a grandes rasgos consiste en adelantar decenas de miles de dólares a jugadores universitarios o de instituto a cambio de quedarse con un montón de derechos de imagen2 de ellos durante años. Nilly se apropiará de entre el 10% y el 50% de los ingresos por derechos de imagen de ese jugador durante los siguientes siete años o hasta que ingresen 2,5 veces lo adelantado económicamente3.
De una noticia en ESPN:
«Perkins promueve de forma habitual Nilly y los jugadores que firman con ellos en su cuenta personal de Instagram, que tiene más de 550.000 seguidores. La fama de Perkins le da a Nilly una ventaja al atraer a los atletas potenciales, dijo Altemus, y agregó que los jugadores universitarios son más propensos a confiar en una empresa respaldada por un ex jugador que ha estado en su lugar, especialmente uno que ha tenido cierto éxito como empresario».
Es decir, tenemos: